Fuente: El Apasionado
Interesante puesta la del Teatro Colón de la ópera seria de Mozart, la primera de su periodo de adultez musical, Idomeneo. El concepto de esta puesta resulta muy despojado, basado fundamentalmente en distintos armados con telas de color blanco, que forman tanto habitaciones como columnas e incluso un monstruo marino de forma muy creativa, y dieron mucha movilidad a la escena. Sé que muchos protestarán por esta forma de presentar la ópera, y yo muchas veces también siento que una escena despojada nos hace perder una parte importante de una obra. A pesar de ello, puedo decir que esta puesta de Idomeneo a mí me encantó. Tal vez porque el libreto está basado en historias mitológicas, igual que el anillo de Wagner y tantos otros, resiste el cambio de ambiente como no pueden hacerlo otras obras basadas en momentos históricos muy específicos. A mi juicio, la excepcional música de Mozart se ve realzada, si cabe, en un ámbito como el que ayer presentó el director de escena, Jorge Lavelli en el Teatro Colón. La iluminación de Roberto Traferri y Jorge Lavelli tuvo mucho que ver con esto, y pienso que fue fundamental para realzar el drama y contribuyó a la belleza del espectáculo.
En cuanto a los cantantes, si bien interactuaron muy bien entre sí y compusieron una actuación buena en su conjunto, tuvieron distintos matices en cada actuación en particular. Verónica Cangemi, a quien tuve la suerte de poder ver y escuchar en Rinaldo de Handel y en un inolvidable concierto barroco en este mismo escenario, cumplió con su hermosa voz y una actuación muy convincente con su rol de Illia. En cambio, Richard Croft, que tuvo el papel de Idomeneo, tuvo muchos inconvenientes a la hora de llegar a las partes más altas de su canto. Cantó bien en general aunque me hubiese gustado un poco más de volumen de voz, su voz es mozartiana sin dudas, y sin ser buen actor su presencia en el escenario no pasó inadvertida. Pero no pasó las altísimas exigencias que Mozart puso a su papel, tuvo que toser un par de veces durante las arias y dio la impresión de estar resfriado. Jurguita Adamonyté, a quien este año pudimos apreciar en Calígula de Ganert como Escipión, hizo el papel del hijo de Idomeneo, Idamante. Nuevamente en un papel masculino, la cantante cumplió correctamente con las exigencias de su rol con una buena actuación y un canto en el que también hubiese deseado un poco más de volumen de voz.
Por fin llegamos a Elettra. La cantante Emma Bell lució una imponente presencia y realizó una actuación excelente. Pero lo mejor fue su canto, con el cual eclipsó a todo el resto del elenco, a quienes quizás una Elettra menos imponente los hubiera favorecido. Los mejores momentos de esta obra fueron los que la tuvieron a ella en escena, por eso la gente la ovacionó durante un largo tiempo durante los saludos finales. Los demás papeles, el Arbace de Santiago Ballerini, el Gran Sacerdote de Neptuno de Iván Maier y La Voz de Mario De Salvo, se lucieron con actuaciones y voces muy afinadas.
El coro dirigido por Miguel Martínez cumplió una tarea extraordinaria, intensa, muy bien elaborada, en una ópera que lo requiere permanentemente. Incluso no fue un coro estático sino que estuvo permanentemente en movimiento. Fue parte fundamental de la obra.
La dirección musical de Ira Levin fue excelente. Con un ritmo más lento logró despojar a la música de Mozart de la interpretación trillada que normalmente se escucha, como si los músicos fueran galopando. Al menos en el caso de Idomeneo se disfruta mucho más su música si es a un ritmo un poco más lento, se comprende mejor, se acerca mucho más al drama que se está representando.
El vestuario fue solamente correcto, destacándose, una vez más, el impresionante vestido de la Elettra de Emma Bell, que sus ayudantes enrollaban sobre ella o estiraban detrás de ella transformándola permanentemente.
En suma, un espectáculo digno de ver, un Mozart inspirado con esta obra seria que tiene una música brillante, un drama muy humano a pesar de ser inspirado en la mitología griega y actuaciones que merecen verse, a pesar de los leves defectos que puedan tener.